Imagínate 2 personas que viven lo mismo: un negocio estancado.
Una de estas personas elige culpar a los demás.
Mientras que la otra elige la responsabilidad propia.
La experiencia y las emociones que van a vivir estas 2 personas son completamente opuestas…
Ahora verás.
Si tiendes a culpar a los demás, acabas esperando que un evento externo o una persona ajena a tu negocio solucione el marrón que tienes entre manos.
Así que tus pensamientos serán de este tipo:
• No vendo porque mi mercado está mal y la gente no tiene dinero.
• No consigo llegar a mis metas porque el método de mi mentor no funciona.
• No consigo cumplir mis objetivos porque la gente que trabaja conmigo no es capaz de hacer correctamente su trabajo.
• No consigo vender más porque mi mercado está saturado de competidores.
Y así podríamos estar durante horas.
Cuando eliges la culpa, siempre buscas un recambio. Pero como repites el patrón… cosechas una y otra vez los mismos resultados.
Así están atrapadas personas que compran un curso nuevo cada 6 meses, buscando un sueño sin nunca echar raíces en ninguno de sus intentos.
Así viven sus amores las personas que buscan un príncipe azul y han creado un manual que este príncipe azul tiene que seguir al pie de la letra para hacerlas felices.
Culpar es una manifestación de inconsciencia emocional… y no aporta nada bueno en tu vida.
Tan solo te lleva a arrasarlo todo con sal y fuego cada ciertos meses.
En cambio, ¿qué pasa cuando te haces responsable?
En este caso, la dinámica es completamente diferente porque ya no proyectas tus sentimientos en los demás, sino que te haces cargo de ellos tú mismo.
Así que los pensamientos son de este tipo:
• Mi mentor no es el salvador de mi vida. Tengo que elevar la intensidad y la calidad que produzco, es mi negocio. Soy responsable de todo lo que ocurre.
• Tengo que aportar más a mi equipo, ayudarles mejor a hacer su propio trabajo.
• Tengo que hacerlo mejor para equipararme a los estándares de la competencia. Solo es cuestión de tiempo lograrlo.
• A veces se gana, otras, se aprende. Al parecer me toca aprender cosas nuevas.
• Yo ya estoy progresando hacia mis metas. Gracias vida por permitirme crecer.
• Y si estar estancado hoy fuese lo mejor que me pudiera pasar: ¿qué alternativas más amplias pueden existir?
Hacerte cargo de tus emociones te permite no dudar tanto de lo que haces, cómo lo haces y con quién lo haces.
Más bien te ves como un faro en un mundo sin sol.
Eres tú la única luz que hay en el ecosistema de tu negocio; y cuando alumbras, todo tu jardín se porta a la perfección, porque tus plantas y flores pueden hacer la fotosíntesis.
Nadie puede sustituirte. Es tu papel.
Y si dejas de alumbrar, todos los seres vivos de tu jardín se van muriendo poco a poco, porque no les dejas hacer la fotosíntesis correctamente.
¿A dónde quiero llegar con todo esto?
Fácil:
Arregla tus pensamientos.
Acepta tu papel de faro.
Y asume que cuanto más alumbras, más precioso será el jardín que construyes.
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Mira.
La responsabilidad propia no solo mejora los resultados de tu negocio, sino que produce un mejor estado anímico que desencadena un efecto dominó constructivo:
Con emociones más positivas, tus actos serán más y más intensos.
Contagiarás a tus colaboradores y miembros de tu equipo.
Así que ellos también experimentarán emociones más positivas, trabajarán más motivados y sus actos serán también más intensos.
Y todo esto, junto, te lleva, de una forma natural y casi sin darte cuenta, a tus metas.
¿Lo ves?
Lo sé: es más cómodo culpar a los demás, pensar como haría Calimero y repetirte que si las cosas no salen es porque la vida es injusta o hay alguien externo al que señalar.
El camino que yo te propongo requiere un esfuerzo por mejorar desde dentro cada día un 1%.
Y es un trabajo personal que nadie puede hacer por ti.
Lo que sí puedes hacer es apoyarte para afrontar los obstáculos con mejor energía y acelerar tu proceso hacia las metas que deseas alcanzar.
1 fuerte abrazo,
Franck “Saca tu negocio de la penumbra” Scipion