A veces, muchas veces, lo extraordinario no pasa de ser algo ordinario, común y corriente. Se antoja una contradicción, y quizás lo es. ¿Un ejemplo? El talento. El diccionario lo define como “Capacidad de entender (inteligencia)”, “Capacidad para el desempeño de algo (aptitud)” y como una combinación de las anteriores, “Persona inteligente o apta para determinada ocupación”.
Cuando decimos que una persona posee talento para algo nos referimos bien a que obtiene resultados superlativos, a que esa actividad u oficio en particular le resulta más cómodo o sencillo que a otros y que, a pesar de la dificultad que encierra, lo disfruta. ¿Por ejemplo? Un violinista, una bailarina de ballet, un tallador de piedras preciosas o un deportista de alto rendimiento.
En palabras sencillas, eso que llamamos talento es, en esencia, hacer de manera fácil y con buenos resultados aquello que para otros es difícil (y no brinda iguales réditos). En mi caso, puedo decir que no tengo talento para las tareas gráficas, como el diseño, como sí tengo talento para la planificación, organización y ejecución de tareas, que para otros es harto difícil.
Es claro, así mismo, que el talento es una de las cualidades más sobrevaloradas de la actualidad. O bien es el responsable de tus éxitos (“Ah, es que eres muy talentoso”) o, por el contrario, el culpable de tus fracasos (“Oh, lástima que no poseas talento para eso”). Y estos extremos, como todos los extremos, no solo son viciosos, sino también, engañosos.
¿Por qué? Porque todos los seres humanos, absolutamente todos, somos talentosos, un inagotable manantial de talento. Para lo que queramos. No es, como piensa tanta gente, que naciste predestinado, o con un don especial, o hecho a la medida de algo: estas son creencias limitantes, versiones engañosas que se han transmitido de generación en generación.
¿Un ejemplo? Un par de párrafos antes te decía que no tengo talento para lo gráfico, para el diseño. Sin embargo, en el pasado, cuando comenzaba mi andadura en internet, era quien diseñaba mi página web, mis e-books, mis libros. Y se leían, y se vendían, lo que significa que no eran tan terrible. En el fondo, el tema es que no disfruto esa tarea, me exige mucha paciencia.
Y no la tengo, para eso no la tengo. Prefiero destinar ese tiempo, esos recursos y esas energías en otras labores. Como, por ejemplo, el diseño, pero de estrategias, de nuevos productos, de ofertas irresistibles, de eventos virtuales o presenciales. En últimas, y este es el mensaje que te quiero transmitir en estas líneas, es el mismo talento, solo que enfocado en actividades distintas.
Ahora, hay otra arista: mucho talento, todo el talento del mundo, es insuficiente si no lo arropas, si no lo respaldas con otras habilidades, con más cualidades. Un caso muy claro es el de los deportistas (futbolistas, tenistas, golfistas, beisbolistas…) que están llenos de talento y tienen todo para ser grandes figuras, pero a la hora de la verdad se quedan a mitad del camino.
¿Por qué? Quizás porque carecían de madurez y se dejaron llevar por el hervor del éxito. Quizás porque no estaban preparados para ser exitosos. Quizás porque no pudieron lidiar con los vaivenes de la fama. Quizás porque se derrumbaron por las críticas y los fracasos, cuando estos llegaron (porque llegan, claro). Quizás porque encontraron su techo muy pronto.
Si habláramos de tu vida como una pizza, el talento sería la masa. Es decir, la base, el ingrediente básico. Sin embargo, todavía no es una pizza: faltan la pasta de tomate, el queso, el tomate, la cebolla, el pollo, el orégano y quizás los champiñones. Además, y este no es un detalle menor, un buen horno y un cocinero que la retire en el momento adecuado.
El talento es el principal insumo con que cuenta el ser humano. Para cualquier actividad u oficio en la vida. Gracias a ese talento, puedes ser un gran tenista, como Roger Federer; o un escritor laureado, como Mario Vargas Llosa; un cantante reconocido, como Freddy Mercuri; un empresario exitoso, como Elon Musk o, también, un líder inspirador como Barack Obama.
Puedes ser. Tú, yo, cualquiera. ¿Por qué? Porque todos, absolutamente todos, contamos con el talentonecesario para ser exitosos. Sin embargo, muchas veces, la mayoría de las veces, nos quedamos cortos en diversos intentos. Y nos justificamos de la manera fácil, de la que es socialmente convenida: “Me falta talento (o no tengo talento para eso)”.
¿Cuáles, entonces, deben ser esos aliados del talento? ¿Cuáles son los otros ingredientes que requieres para sacar provecho de tu talento? ¿Cuáles son las habilidades que debes desarrollar para potenciar tus talentos? ¿Cuáles son los errores que debes evitar para no despilfarrar tus talentos? ¿Cuáles son los hábitos necesarios para blindar tus talentos? Veamos:
1.- Disciplina.
Sin ella, todo el talento del mundo es insuficiente. Para mí, el mayor talento de una persona es su disciplina, que consiste básicamente en hacer lo necesario en el momento justo aun cuando no quieras hacerlo. Es la orilla opuesta de la procrastinación, de las excusas, de los miedos. La disciplina es la que te pone en marcha y la que, más adelante, te mantiene en movimiento.
2.- Educación.
Aunque el talento abunde y te brote por los poros, si no aprendes el cómo de cada actividad no te sirve de nada. El violinista debe aprender de música; el escritor, de sicología; el médico, de comunicación asertiva, y así sucesivamente. Recuerda: el talento es solo el insumo básico, pero requieres complementarlo con educación específica del área en el que te desenvuelves.
3.- Mentalidad.
No poseer la mentalidad adecuada es el talón de Aquiles de los seres humanos en cualquier actividad. No solo para enfocarte en lo importante (huir de lo urgente, de la histeria), sino para ver lo positivo de las situaciones, para no dejarte vencer por las dificultades (que aparecerán). La mentalidad suele ser la diferencia entre aquellos que alcanzar el éxito y los que fracasan.
4.- Enfoque.
La dispersión (o las distracciones) es la perdición del talento. Y una de las formas más comunes de procrastinación: asumir varias tareas, a veces contradictorias, al mismo tiempo. Creemos que hacemos mucho, pero en realidad somos poco productivos. Requieres planeación, un método y disciplina para terminar lo que empiezas antes de comenzar con algo nuevo.
5.- Método (o sistema).
Sea cual sea la actividad a la que te dediques, requieres un sistema, un método para hacer las cosas. Sin él, estás expuesto a la improvisación, a enfrentarte a encrucijadas que no puedes resolver. Una vez estableces el paso a paso, lo validas y lo ejecutas hasta conseguir lo que deseas, puedes replicarlo una y otra vez, siempre con buenos resultados, una y otra vez.
6.- Networking.
¿Te sorprende? Ya lo sabes: nadie, absolutamente nadie, escaló el Everest en solitario. Y nadie alcanzó el éxito en ninguna actividad de la vida en solitario. Menos en estos tiempos. Saber relacionarte con personas mejores que tú, con los mejores de oficios y tareas en los que tú no eres bueno y con los que ya están donde tú quieres estar te ayudará a potenciar tu talento.
7.- Inteligencia emocional.
Necesitamos aprender a decidir y, sobre todo, gestionar nuestras emociones. Que no se desborden, que no nos manipulen, que no estropeen las oportunidades que se nos presentan. La inteligencia emocional va de la mano de la actitud, es decir, cómo reaccionas frente a lo que te sucede, en qué medida permites que te afecte. Inteligencia emocional es sinónimo de control.
8.- Visibilidad.
Todo lo anterior de nada te servirá si el mercado, si otras personas, no sabes que existes, no saben qué puedes ofrecerles, no saben que estás en capacidad de ayudarlas. Una adecuada estrategia de visibilidad te permitirá rentabilizar tus talentos y convertirte en la mejor elección para quienes quieren estar donde tú estás. ‘Un talento escondido es un talento sin valor’.
9.- Marketing.
Aunque, en realidad, debería decir ‘vender’. Como dicen mis amigos los mexicanos, “si no cacareas, no vendes”. En Colombia decimos “El que no llora, no mama”. Los primeros 7 ingredientes de la receta no te sirven si no eres visible y no serás visible si no aprende las estrategias de marketing para posicionarte, generar confianza y, por supuesto, vender.
10.- Paciencia.
Sí, también necesitas paciencia. Que no abunda, vaya si lo sé. Sin embargo, es imprescindible para no dejarte llevar por la histeria del mercado, para no tirar la toalla ante la primera dificultad, para hacer caso omiso de las voces internas y la mala energía del exterior. Paciencia y perseverancia, paciencia y resiliencia. La incluí de última, pero pesa tanto como la primera.
Ya tienes los ingredientes de la receta. Quizás te falte alguno, así que comienza por ahí para completar la lista. Sin embargo, antes de ilusionarte, antes de pensar en vender, antes de creer que ya todo está listo, ¿qué vas a hacer con esos talentos? ¿Para qué los vas a utilizar? ¿A quién vas a ayudar? ¿Cómo vas a empaquetar tu conocimiento y cómo lo rentabilizarás?
El talento te permite hacer ordinario algo que se antoja extraordinario. Para conseguirlo, en todo caso, requieres los diez ingredientes que mencioné. Lo más importante, sin embargo, es que entiendas que el talentono es suficiente para conseguir lo que deseas, para ser exitoso. Vivir de tus talentos es el más grande privilegio que te da la vida: ¡no lo desaproveches!