Hay quienes se adaptan al contexto para encajar en él y quienes simplemente se rigen por sus estados internos. Tu nivel de autoobservación es determinante a la hora de identificar a qué grupo perteneces.
Basta con sentarse con un grupo de personas durante un rato, y verlas interactuar, para identificar diferencias. Algunos tenderán a captar la atención, mientras otros preferirán mantenerse en un segundo plano. Habrá quienes desplieguen todo su carisma, modulen la voz y reaccionen de forma expresiva, y quienes se limiten a ser más naturales y despreocupados. Esta división de actitudes puede explicarse con base en un interesante concepto: la autoobservación.
Este término puede definirse como el grado en que una persona adapta su conducta al contexto social. Es decir, el nivel en el que se monitoriza a sí misma para responder de una forma socialmente deseable y apropiada.
El uso que hagamos de esta habilidad puede determinar el éxito de nuestras interacciones, pero también dice mucho acerca de nuestra propia personalidad. ¿Quieres saber más al respecto? Entonces, continúa leyendo.
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¿Qué es la autoobservación?
La autoobservación es un concepto propuesto por el psicólogo social Mark Snyder para dar cuenta de cómo se manejan las personas socialmente; en específico, de cuánta atención le ponen en su comportamiento y a que este se ajuste a las expectativas sociales.
En ocasiones, también se utiliza el término automonitorización y otros relacionados como autocontrol y autopresentación. En definitiva, lo que estamos analizando es la importancia que tiene para esa persona la imagen que está proyectando ante otros y en qué grado se supervisa a sí misma para que esa proyección sea positiva.
Junto a la teoría de la autoobservación, Snyder diseñó una escala valiosa a la hora de evaluar este rasgo. En otras palabras, determina en qué punto del continuo se encuentran. En ella se le pide al sujeto que valore su grado de acuerdo o desacuerdo con afirmaciones como las siguientes:
- No siempre soy la persona que parezco ser.
- Me río más cuando estoy viendo una comedia con otras personas que si estoy solo.
- Raramente soy el centro de atención en los grupos.
- Tiendo a mostrar diferentes partes de mí mismo a diferentes personas.
- Intento prestar atención a las reacciones de otros a mi comportamiento para evitar estar fuera de lugar.
Alta o baja autoobservación: ¿en qué punto te ubicas?
En función de las respuestas dadas al cuestionario, la persona obtiene una puntuación que la sitúa en la zona alta, baja o intermedia del continuo de autoobservación. Generalmente, existen unas características comunes para los sujetos que comparten puntuaciones similares:
Personas con alta automonitorización
- Son extrovertidas y orientadas hacia otras personas.
- Actúan en función del contexto y se rigen por las situaciones específicas.
- Tienden a supervisar y monitorizar su comportamiento para adaptarlo a las demandas sociales.
- Son más sensibles a la expresión y la autopresentación de los otros. Son buenos extrayendo claves y leyendo a quienes tienen enfrente.
- Suelen tener diferentes amigos para diferentes actividades, tienden a segregar a la audiencia.
Personas con baja autoobservación
- Son introvertidos y orientados hacia sí mismos.
- Se rigen por sus principios, creencias y disposiciones personales, independientemente del contexto en el que se encuentren. Por tanto, no cambian en función de la situación.
- No suelen observarse para adaptarse al contexto; son, si se quiere, más espontáneos y despreocupados.
- Tienen “amigos para todo”, no los diferencian en función de la actividad.
Cabe mencionar que estas características representan a las puntuaciones más elevadas y más bajas, pero gran parte de la población se sitúa en posiciones intermedias. Por ello, es probable que no te sientas identificado al 100 % con ninguna de las anteriores descripciones.
¿Qué repercusiones tiene este rasgo a nivel social y personal?
El grado de autoobservación tiene una gran influencia a nivel social. Quienes presentan una alta automonitorización suelen ser más carismáticos y exitosos en sus interacciones con los otros, son el centro de atención y se adaptan mejor a las demandas de los diferentes contextos.
Por su lado, quienes muestran un bajo nivel de autoobservación pueden experimentar con mayor frecuencia el rechazo social o vivir interacciones poco satisfactorias. En cierto grado son poco sensibles a la norma y esto puede ocasionarles problemas.
Finalmente, la vida es un gran teatro y estas personas se preocupan menos por cuidar el guion. Además, se ha observado que pueden presentar un mayor riesgo de padecer depresión, ya que al mantener una imagen de sí mismos tan cohesionada, cualquier situación que amenace uno de sus roles tendrían una repercusión global mayor.
No obstante, no se trata de un rasgo patológico ni negativo en sí mismo. Se ha comprobado que la baja autoobservación se relaciona con una mayor autoestima implícita; es decir, que en estas personas hay menos diferencia entre su yo real y su yo ideal. Además, a la hora de relacionarse con otros a nivel afectivo o sexual son más propensos a primar la personalidad por sobre la apariencia física.
En definitiva, el objetivo siempre será matizar nuestras tendencias a fin de buscar un equilibrio que nos sea funcional en el día a día. Adaptarnos socialmente puede traernos grandes ventajas, pero estar excesivamente preocupados por cómo nos proyectamos y cómo nos ven los demás puede desencadenar problemas de ansiedad. Así, en el punto medio encontraremos la virtud.