Vivo en la remota zona de Vätsäri, a orillas del lago Inari, en Laponia (Finlandia).
A mi alrededor solo hay naturaleza salvaje y ningún vecino en kilómetros a la redonda.
Crecí visitando la zona durante las vacaciones escolares. Pasábamos dos o tres semanas seguidas en la cabaña de verano de mi familia, paseábamos en barca por el lago, pescábamos y, en general, disfrutábamos de la naturaleza que nos rodeaba.
Después de terminar los estudios, trabajé en varias aseguradoras e inmobiliarias en Rovaniemi, la capital de Laponia, durante casi diez años.
Nunca me sentí completamente feliz ni 100% presente cuando vivía en la ciudad. Trabajaba muchas horas, estaba todo el tiempo hablando por teléfono o con el ordenador, y me estresaba al acostarme y al levantarme.
Ser feliz es lo más importante para mí, así que empecé a pensar en mi vida y en cómo mejorarla.
Empecé a pasar más tiempo en el bosque y en la naturaleza; algunas semanas, trabajaba de lunes a viernes y luego pasaba allí el fin de semana.
Empecé a sentir que no quería volver a la ciudad, así que me mudé definitivamente.
Vida primitiva
En 2018, me mudé a la zona de Vätsäri.
La cabaña en la que vivo no tiene un sistema eléctrico normal. Solía usar un generador una vez a la semana para recargar las baterías, pero ahora tengo paneles solares, aunque esto puede ser duro en invierno, cuando el norte de Finlandia está a oscuras 24 horas.
Bebo agua del lago, porque aquí en Laponia el agua es muy pura. No tengo un sistema de agua moderno, así que también utilizo el agua para ducharme.
Condiciones brutales
Lo más duro es el frío, ya que en el norte de Finlandia se alcanzan temperaturas de -25ºC a -35ºC.
Lo primero que hago una mañana de invierno es encender el fuego en la chimenea. Hay que tener cuidado con la ropa que se lleva cuando se sale a la calle y tener en cuenta la seguridad antes que cualquier otra cosa.
Tengo teléfono móvil, pero sobre todo por seguridad. Es como un seguro para mí, siempre puedo llamar a alguien si hay problemas.
Una vida sin estrés
A veces echo de menos a mi familia y a mis amigos, pero siempre pienso que si yo no soy feliz, la gente que me rodea tampoco lo será.
Me resultaba difícil escuchar a los demás y conectar con ellos cuando vivía en la ciudad. Hoy en día, es diferente. Agradezco cuando vuelvo y puedo hablar de todo con mis amigos y mi familia. Siento que saco mucho más provecho de ello.
Ahora, cuando me voy a dormir y me despierto por la mañana, no tengo estrés y me siento realmente feliz.