Soy un convencido de que la vida es del color con que cada uno la pinta. Hay quienes deambulan entre el blanco y el negro, los extremos, y no la pasan muy bien que digamos. Algunos, por su parte, la ven gris y tienen una vida taciturna. Otros, en cambio, la vemos multicolor, con miles de matices, y tratamos de poner en práctica la premisa de la gran Celia Cruz: “la vida es un carnaval”.
Como sicólogo y como ser humano que lo ha vivido en carne propia, sé el inmenso poder que tiene el pensamiento. Para bien y para mal (en esto, no hay matices). Algunas veces la mente me jugó malas pasadas por pensamientos negativos y muchas otras, por fortuna, fue mi gran aliada para salir adelante con mis locuras. Sin su ayuda, estoy seguro, no habría logrado lo que conseguí.
Si me conoces de hace algún tiempo, o si sigues con atención el contenido de calidad que publico en distintos canales digitales o si has asistido a alguno de mis eventos virtuales o presenciales me habrás escuchado decir que “el 80 % del éxito (o más) corresponde a la mentalidad y el restante 20 % a lo que hagas”. En otras palabras, soy un convencido de que la mentalidad marca diferencias.
Para bien y para mal, por supuesto. Conozco a una gran cantidad de personas, muy valiosas todas, que no consiguieron lo que deseaban, a pesar de que tenían casi todo lo necesario para triunfar. Es decir, acreditaban conocimiento especializado, acumulaban experiencias enriquecedoras, poseían pasión por lo que hacían y, además, tenían un propósito claro y vocación de servicio.
Sin embargo, se quedaron a mitad del camino, no llegaron a donde querían llegar. Algunos lograron éxito, pero fue algo efímero y pronto el mercado los olvidó, los hizo a un lado. Algunos porfiaron durante largo tiempo, se capacitaron, probaron varios proyectos y modelos de negocio, pero al final el resultado fue el mismo: sus negocios colapsaron y tuvieron que dejar los proyectos.
Digamos que todos hicieron la tarea con juicio, pero no obtuvieron la recompensa esperada. Y no fue por la competencia, no fue por alguna crisis, no fue por el precio del dólar. Eran personas que, como lo mencioné, reunían casi todas las credenciales necesarias para alcanzar el éxito. Al final, sin embargo, les faltó una, que a la postre pesó demasiado. ¿Cuál? Una adecuada mentalidad.
Como sicólogo y como ser humano sé y he experimentado el poder de la mente, que es infinito. Lo he experimentado y, por supuesto, lo he sufrido también. Y tuve que trabajar mucho y muy duro de la mano de mis mentores para adquirir la mentalidad necesaria para superar los obstáculos que se presentaron en mi camino, para entender que sin ese plus todo se puede ir a la basura.
El Diccionario de la Lengua Española define mentalidad como “Modo de pensar o configuración mental de una persona”. En otras palabras, se trata de esos conceptos que están grabados en la mente y que condicionan nuestro comportamiento, que determinan la forma en que actuamos y las decisiones que adoptamos. Pero, esos conceptos (o pensamientos) no están solos.
[wp-rss-aggregator]
¿A qué me refiero? A que son parte de un entramado del que también son protagonistas tus creencias y tus miedos, principalmente, así como tus principios y valores. Van de la mano, como si fueran un equipo. Algunas veces, seguro lo has vivido, son los miedos los que se imponen, o son tus creencias limitantes las que te frenan o, por el contrario, tus sueños son más fuertes.
El problema, porque siempre hay un problema, es que desde hace algunos años nos han vendido la idea de que “si quieres, puedes”. Y no te voy a decir que es mentira, pero sí tengo que decirte que no es una premisa de causa-efecto. Entre el quieres y el puedes hay un largo camino que, claro está, se encuentra salpicado de dificultades, de decepciones, de fracasos, de momentos tristes.
Además, entre el quieres y el puedes hay un largo proceso que implica una serie de acciones de tu parte. Por ejemplo, adquirir el conocimiento necesario, entrar en acción, rodearte de las personas adecuadas, probar y equivocarte, aprender de tus errores y no dejarte vencer por las dificultades. Puedes tener todas las ganas de triunfar, puedes querer triunfar, pero eso no es suficiente.
El fondo del asunto es que de la misma manera que una mentalidad negativa, de escasez, puede echar a perder nuestros sueños, un exceso de mentalidad positiva también es dañino. Entiendo que suene contradictorio, pero es la verdad. Así como es perjudicial cuando solo ves dificultades y obstáculos, cuando todo lo ves negativo, igual de tóxico es cuando todo lo ves bueno o positivo.
¿Por qué? Porque la vida no es así, blanco o negro, positivo o negativo. La vida, amigo mío, es un carnaval multicolor, parafraseando a la gran Celia Cruz. Hay miles de tonalidades y de matices. Y, nos guste o no, en medio de la realidad caótica en la que vivimos, y de la que no podemos huir (aunque sí protegernos), son más las situaciones negativas a las que nos exponemos que las positivas.
El problema está en los extremos. Es tan tóxico pensar en modo negativo siempre como hacerlo en modo positivo. Es decir, ‘el mundo es perfecto’, ‘todas las personas son divinas’, ‘basta con la buena suerte’ y otras creencias similares. Si así fuera, si así funcionara, bastaría con dejar de pensar en lo negativo, asumir una actitud positiva y, como resultado, todo fluiría, la vida sería armónica.
Discúlpame si suena demasiado pesimista, pero es la realidad. Conozco a una gran cantidad de personas, muy valiosas todas, que no consiguieron lo que deseaban, a pesar de que tenían casi todo lo necesario para triunfar. Sin embargo, fallaron porque estaban convencidas de que era suficiente con una buena actitud, con pensar positivo, con desearle el bien a todo el mundo.
Lamentablemente, así no funciona en el mundo de los negocios, dentro o fuera de internet. Ese exceso de positivismo es tóxico, créeme. Tanto como el negativismo. Recuerda: ninguno de los dos extremos es conveniente. La vida no es blanco o negro. Por eso, entonces, debemos buscar el siempre esquivo equilibrio (que no es un 50/50, valga decirlo), que nos ayude a no cae en esta trampa.
Como mencioné, entre el quieres y el puedes hay un largo trecho. Un camino que te exige adquirir conocimiento especializado (que no significa saberlo todo sobre todo), sumar experiencias (que implica aceptar los errores y aprender de ellos) y contar con la compañía adecuada (solo quizás llegues más rápido, pero no llegarás más lejos). Esto, por supuesto, es solo el comienzo.
Con el tiempo, con los fracasos y con los éxitos aprendí que una buena mentalidad, una mentalidad positiva o una mentalidad adecuada, como la quieras llamar, consiste más en lo que haces que en lo que piensas. Quizás tus pensamientos sean positivos, loables o, constructivos, pero, créeme, no te llevarán a ninguna parte. No, al menos, si no los acompañas de la acción.
En los últimos tiempos, internet se llenó de gurús del pensamiento positivo. Los encuentras por doquier, en todas las especialidades y oficios, pero muy pocos en realidad pueden ayudarte. ¿Por qué? Porque entre el quieres y el puedes hay un largo trecho y ellos, la mayoría de ellos, se quedan en el quieres, es decir, en el exceso de pensamiento positivo, que es tan tóxico como en negativo.
El poder de pensamiento es infinito, para bien o para mal. Sin embargo, si al pensamiento positivo no lo acompañas de acciones efectivas, de estrategias impactantes, de aprendizaje continuo, de una guía idónea y, claro, de paciencia y resiliencia, nada sucede. El pensamiento positivo es un ingrediente básico de la receta del éxito, pero no puede ser el único. La clave está en las acciones positivas…