«Lunes de lo mínimo imprescindible» para evitar el ‘burnout’: así he cambiado por completo mi vida y mi forma de enfocar el trabajo

En 2020, trabajaba en una empresa que vendía dispositivos médicos. Me sentía completamente miserable y quemada. Estaba segura de que el problema era mi jefe o la cultura de trabajo corporativo de las empresas, así que dejé mi trabajo y le di una oportunidad a ser autónoma.

Pronto me di cuenta de que el problema era mayor y no tenía nada que ver con mi jefe, sino que tenía interiorizada la «cultura de la prisa», una cuestión de perfeccionismo, autoexigencia y de querer tenerlo todo ya.

Seguía enfocando mi propio trabajo como si estuviese dentro de la estructura corporativa de mi antigua empresa: era como un ciclo de estrés y agotamiento. Me sentía tan mal por estar otra vez tan agotada que no me sentía con fuerzas para hacer nada más.

Antes de darme cuenta de que el verdadero problema estaba en mi mentalidad laboral, hacía una lista larguísima de tareas para los lunes con la esperanza de volver a sentirme bien conmigo misma y con lo mucho que estaba haciendo.

Todas las semanas me asaltaba el «la angustia del domingo» y todos los lunes por la mañana me quedaba en la cama hasta el último segundo porque sabía que me esperaba la lista infinita. La presión a la que me sometía a mí misma me paralizaba y cuando me di cuenta, sabía que algo tenía que cambiar.

El pasado mes de marzo, me di permiso para hacer lo estrictamente necesario en el trabajo y fue como si me invadiera un hechizo mágico. De repente me sentí mejor, dejé de estar agobiada y, de hecho, hice más de lo que esperaba.

Desde entonces, todos los lunes hago lo mínimo imprescindible.

Gestionar las expectativas del día fue uno de los factores más me ayudaron para racionalizar mi trabajo y dejar mi autoexigencia enfermiza a un lado. Aprendí priorizar las 2 o 3 cosas más importantes que tenía que hacer y evitar las tareas «ilusorias».

En los «lunes de lo mínimo imprescindible» me tomo las 2 primeras horas con calma y no me agendo reuniones. Leo un poco, escribo en mi diario y quizás recojo un poco en casa. Son 2 horas sin tecnología, sin consultar el correo electrónico, simplemente haciendo lo que necesito para empezar bien el día.

Alrededor de las 10, me permito hacer lo que me apetezca desde el punto de vista creativo. Eso puede ser grabar contenidos o crear imágenes para mi marca, siempre algo relacionado con el trabajo, pero me aseguro de que sea un trabajo creativo que me guste.

Trabajo durante una hora antes de parar para comer o dar un paseo. Después me pongo con mis responsabilidades principales durante otras 2 horas, haciendo una cosa a su tiempo y nunca 2 a la vez. No me distraigo, no hablo por teléfono. Si no he terminado lo que estoy haciendo me quedo hasta que lo termine.

Mi jornada de los lunes es más corta, pero he aprendido a concentrarme sin la presión de tener que cumplir con una lista imposible, lo que ha resultado en hacer más cosas de forma eficiente. Al final, hago lo mismo que en mi antigua jornada de 8 horas, pero sin presión ni burnout.

La mayoría de los comentarios que he recibido sobre los «lunes de lo mínimo imprescindible» han sido en 2 variantes: «Estás viviendo mi sueño» o «Menudo millennial con derechos que no conoce el valor del trabajo duro».

En algún momento de mi carrera profesional, yo también habría puesto los ojos en blanco al ver a una persona haciendo esto. Pero después de sufrir el agotamiento mental, lo entiendo. 

Me considero neurodivergente y creo que las personas como yo, que tienen otros ritmos y otras cualidades, a menudo hacen un esfuerzo mental adicional que las personas neurotípicas no hacen para enmascarar nuestra verdadera mecánica o encajar.

Como estamos realizando esfuerzos constantemente, podemos ser más propensos al agotamiento si somos sometidos a factores que para otras personas podrían resultar normales. Liberarme de un montón de expectativas tácitas y reglas autoimpuestas que realmente no importaban fue muy liberador.

Entiendo que los «lunes de lo mínimo imprescindible» no es una medida realista para todo el mundo. Soy autónoma, trabajo desde casa y no tengo hijos. Pero para cualquiera que esté interesado en probarlo, le aconsejaría que prestase atención hacia dónde está dirigiendo o ejerciendo una presión innecesaria sobre sí mismo, o si está estableciendo expectativas poco realistas. Si sabes que no vas a tener tiempo para algo, no lo pongas en tu lista.

Además, no solo se trata de un truco de productividad. Es un hecho comprobado que consigo hacer más cosas cuando aligero la presión. La clave está en que nunca he pretendido que tomarme los lunes con más calma fuese una estrategia para hacer más trabajo.

En realidad, es simplemente una forma de empezar la semana dando prioridad a uno mismo como persona frente a uno mismo como empleado. Esta forma de pensar ha cambiado radicalmente mi vida, no por la productividad, sino por la autocompasión.

Sarah Jackson,
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