Los hábitos mentales nos hacen flotar o naufragar. Ejecutar una y otra vez un procedimiento mental que nos daña supone un gran gasto de energía que al final se termina notando en todas las áreas de nuestra vida.
Los hábitos mentales surgen y se mantienen sin que una persona se dé cuenta de que esto ocurre, en la mayoría de los casos. A veces es la educación que se recibe, otras veces la influencia del medio y también las creencias o tendencias de la personalidad lo que llevan a ello.
Muchas veces se adquieren hábitos mentales que resultan destructivos o dañinos, pero son tan automáticos que quien los tiene ni siquiera repara en su existencia. La consecuencia de esto es que tales hábitos terminan condicionando los esquemas que esbozamos del mundo, nuestras actitudes y los repertorios conductuales que finalmente ejecutamos.
Así, en muchas ocasiones terminamos construyendo una vida con cimientos dañinos; siendo ellos los que en muchos casos ponen en marcha reacciones en cadena que dan lugar a un gran malestar o insatisfacción. Algunos hábitos mentales se caracterizan por consumir buena parte de la energía vital. A continuación hablaremos de los tres más importantes.
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“Ser consciente de nuestros prejuicios, del grado de responsabilidad que tenemos o en qué partes estamos demasiado cómodos habla sobre la calidad de nuestra vida”.
-Ángel Rull-
1. Eludir responsabilidades
La mentalidad de no comprometerse o dejar todo para después constituye uno de esos hábitos mentales que terminan consumiendo más energía. Esto se expresa en la tendencia a adoptar un rol pasivo en todo lo que tiene que ver con las responsabilidades. Aplica para el trabajo, pero también para la pareja, la familia e incluso la sociedad.
En este caso, una persona actúa en función de lo que exijan o hagan los demás. Tiene la creencia de que no puede resistirse u oponerse a nada que le imponga el entorno. Lo que hay en el fondo de esto es una falta de responsabilidad con uno mismo.
Este es uno de los hábitos mentales que roban energía porque, al final del día, se orientan los esfuerzos y los objetivos hacia realidades que son ajenas. Lo que se tiene para dar se da en función de lo que otros piden. No hay enfoque hacia lo propio y las metas o los sueños se esfuman en el vacío.
2. No saber lo que se quiere, uno de los hábitos mentales que consumen energía
Planificar acciones buscando un refuerzo equivocado también puede convertirse en un hábito mental. Ocurre con frecuencia cuando intentamos obtener un refuerzo social, sacrificando nuestros deseos o la satisfacción de nuestras necesidades reales. Como en el caso anterior, lo propio queda relegado.
En el fondo, casi todo el mundo sí sabe lo que quiere. Otra cosa es que tenga miedo de confesárselo, precisamente porque al hacerlo se genera una responsabilidad íntima y completamente personal. También puede haber temor al fracaso o la sensación de que lo propio no cuenta.
Sea cual sea el caso, de todos modos, la duda continua y las vacilaciones roban mucha energía vital. A veces resulta más arduo y fatigoso ese proceso de decidir o elegir por dónde avanzar, que la misma acción de llevarlo a cabo. Si ese no saber lo que se quiere es un sello presente y continuo, de seguro habrá muchas situaciones de desgaste emocional e intelectual.
3. Mentalidad de carencia
Se habla de mentalidad de carencia cuando lo que caracteriza la perspectiva de una persona es el hábito mental de verse a sí misma como alguien en estado de deficiencia. O es muy frágil, o no es tan fuerte, o no tiene, o le falta. El punto en común es que existe un sentimiento de minusvalía que condiciona sus actos y su vida.
Este es uno de los hábitos mentales que termina traduciéndose en conductas como pasividad, falta de optimismo, temor continuo y falta de iniciativa. Cuando se parte de ese tipo de actitudes, las situaciones que les siguen no suelen ser demasiado gratificantes. Además, este tipo de actitudes suelen terminar generando círculos endémicos.
Lo que ocurre en este caso es que se alimenta una limitación que, al final, solo existe en la mente. A la vez, al conducir la vida tomando como punto de partida esa limitación, se acortan las miras y se reducen las posibilidades de estar mejor. Sin embargo, esto ocasiona malestar frecuente que se paga con energía emocional.
Los hábitos mentales se contrarrestan con un ejercicio de conciencia en torno a ellos. Primero, es importante detectar esas ideas o creencias que tenemos en torno a nosotros mismos. Después, someterlas a las pruebas de la razón y combatirlas con hábitos positivos.