Una de las preguntas más habituales en un proceso de cambio personal es «¿por qué no mejoro si realmente lo deseo?». Aun cuando puede haber diferentes motivos detrás que expliquen esa situación, hay una respuesta simple que cada vez se da más: el deseo y la intención mandan por encima de las acciones; la indefinición y la falta de claridad en traducir esas acciones termina por condicionar el cambio.
Nuestros cambios y hábitos, pequeños o grandes, parten siempre de una idea, una intención, una motivación o un deseo. Esa es la casilla uno. Pero para abandonar el «Laberinto de la Inacción» es extremadamente importante dejar atrás ese primer paso del deseo y convertirlo en acciones y próximos pasos.
Trabajando durante años con miles de personas apasionadas por mejorar su productividad, he notado una constante en muchos de nosotros: somos expertos en desear pero nos cuesta horrores concretar. Nos quedamos atrapados en la nebulosa de las intenciones, sin aterrizar en el terreno firme del «cómo».
Concretar es el Arte de la Productividad
Cuando decimos «quiero ser más productivo», estamos dando un (primer) paso, pero nada más. Es imprescindible aterrizar y añadir a continuación algo como esto: «esta tarde voy a dedicar 30 minutos a leer ese libro que me inspira». No es una cuestión de semántica o de utilizar “lenguaje positivo” sino de verbalizar en qué, cómo y cuándo se va a materializar ese deseo.
Ejemplos de Intenciones vs. Acciones
La clave está en definir con precisión tu siguiente paso. No un vago deseo, sino una acción con nombre y apellido, algo tangible y medible. Fíjate en los siguientes ejemplos para que veas la diferencia entre precisar y concretar vs. desear o proponerse algo:
- De la Multitarea al Foco: El «no más multitarea» se transforma en «hoy me centraré en hacer una tarea a la vez, con un cartel que lo recuerde».
- Gestión del Tiempo en Redes: Un «pierdo demasiado tiempo en redes sociales» vs. «voy a utilizar un temporizador de 25 minutos para controlar esos ratos con el móvil”.
- Pausas Estratégicas: El «necesito mejorar mi rendimiento» se convierte en «cada hora, haré esprints mentales y una pausa de 5 minutos para descansar y seguir».
- El Correo va Después: Un «paso demasiado tiempo en el correo a primera hora» se podría traducir a «voy a revisar mi email solo después de haber completado la tarea clave del día».
- Poner el “Turbo” de Atención: El “tengo que mejorar mi concentración” vs. “al empezar mis tareas clave voy a seguir esta lista de medidas antidistracciones que acabo de hacer, y que me servirán de ritual de concentración”.
- Aprovechar las Horas de Menos Interrupciones: “Si no tuviera las interrupciones de mis compañeros rendiría más” vs. “Aprovecharé al máximo la hora después de comer, que es cuando menos interrupciones suele haber”.
Son solo unos sencillos ejemplos pero, ¿ves la diferencia entre mentalidad deseo vs. mentalidad de acción, verdad?
¿Cómo Implementar estos Cambios?
Como muchas de estas cosas, este salto de mentalidad es más fácil de explicar que de aplicar. Pero eso no significa que no sea accesible. Aquí tienes una guía paso a paso para empezar a convertir deseos-intenciones en realidades concretas:
- Identifica Tus Deseos y Objetivos Claros: Empieza por reconocer qué deseas mejorar o cambiar. Puede ser tu productividad o rendimiento, uso de tu tiempo, hábitos de trabajo, entre otros. Sé específico. Por ejemplo, si tu deseo es «ser más productivo», detalla en qué aspectos concretos de tu vida o trabajo quieres ser más productivo: gestión de tareas o del correo, concentración, etc.
- Desglosa en Acciones Tangibles: Para cada deseo o intención, piensa en acciones concretas que puedas realizar en un determinado momento o bien durante un periodo de tiempo. Fíjate en estos dos buenos ejemplos: «hoy me centraré en una tarea a la vez durante bloques de 30 minutos», o bien «usaré un temporizador de 25 minutos para limitar mi tiempo en estas plataformas».
- Planifica y Agenda: Una vez que tengas tus acciones definidas, prográmalas: a) en qué momento las vas a hacer; y b) por cuánto tiempo. Por ejemplo, si tu acción es leer un libro para inspirarte, decide cuándo y dónde lo harás. Por ejemplo, “leeré 30 minutos cada noche antes de dormir, entre las 22:00 y 22:30”.
- Implementa Medidas de Apoyo: Para cada acción, piensa en detalles que la faciliten o le allanen el camino. Lo que buscas es ponerte fácil la acción, no complicarla. Por ejemplo, si vas a enfocarte en una tarea a la vez, puedes apagar las notificaciones en tu móvil o poner un cartel que diga «Tiempo de Foco».
- Evalúa y Ajusta: Analiza tu progreso para afinar o reenfocar. Si ves que una acción no funciona como esperabas, ajústala: bien la acción o cómo la aplicas. Tal vez necesitas modificar el tiempo que dedicas a una tarea, buscar otro momento o cambiar tu entorno de trabajo. Simplifica el cambio, hazlo pequeño, sencillo y asequible.
La Gran Mentalidad de Cambio
A la hora de cambiar, mejorar o desarrollar hábitos, todo pasa por la acción. No es suficiente con desear ser más productivo u organizado, o adquirir tal o cual hábito; necesitas tomar medidas específicas y comprometerte con ellas. Con estos pasos podrás transformar tus intenciones en acciones efectivas y verás una mejora progresiva y real. ¡A por ello!