Gano 80.000 dólares al año como ‘sugar baby’, mis clientes me llevan a castillos y me regalan ropa, pero tengo claro que esto es trabajo sexual

Me inicié en este mundo tras un encuentro en Tinder. Recibí una solicitud en la aplicación de citas de un chico que ofrecía dinero por un encuentro sexual, lo que me hizo darme cuenta de cuánto dinero se podía llegar a ganar.

Pero tenía 19 años y no quería acostarme con cualquiera. Así que busqué en Google y di con MySugarDaddy, una plataforma para concertar «citas azucaradas».

Me atrajo porque me di cuenta de que se trata de algo más que el aspecto sexual: pasáis un buen rato juntos y pueden pasar varias horas sin que os toquéis.

Me lo pensé mucho antes de tener mi primera cita con un sugar daddy

Estaba de exámenes, no tenía tiempo y me preocupaba que mi cita respetara mis límites. Le dije entonces que el contacto físico me parecía bien, pero que no quería llegar a la penetración.

Llegué en tren, y mi cita —supongo que tendría unos 50 años— ya me estaba esperando en la estación. Cogimos un taxi hasta un gran hotel en un antiguo castillo, que estaba bastante lejos. Creo que pagó 200 euros solo por el trayecto en taxi.

En el hotel, un hombre con guantes blancos se acercó a nosotros y cogió nuestro equipaje. Me pareció todo totalmente surrealista. En un momento estaba en mi piso de estudiante y al siguiente era huésped en un castillo.

Por la noche cenamos en un restaurante estrella Michelin, e incluso contrató a un pianista para que tocara para nosotros. Al día siguiente reservó una limusina para llevarme a casa.

Tenía claro que no todas las citas iban a ser así. Le interesaba sobre todo mostrarme lo que podía conseguir de él si seguía quedando con él. Después, me compró ropa interior y ropa, diciendo que eso era lo que podía llevar en nuestra siguiente cita.

Nuestra relación duró unos meses, pero acabó siendo demasiado para mí, ya que quería que viajara mucho para vernos en el sur de Alemania. Me llevaba demasiado tiempo y la relación dejó de ser atractiva.

No dependo del dinero, así que puedo poner fin a las relaciones en cualquier momento si ya no me apetecen.

Me resulta excitante estas citas y me gusta sentirme deseada. Pero para que quede claro, creo que esto es, sin duda, trabajo sexual.

El año pasado gané entre 70.000 y 80.000 euros como sugar baby.

A esto hay que añadir algunos viajes en los que acompañé a mis sugar daddies en viajes de negocios o vacaciones. Ellos pagan los vuelos, el alojamiento y la comida, y cuanto más tiempo pasa, más dinero gano.

Formas de pago

Con este tipo de encuentros, los pagos no están estrictamente regulados. La mayoría de las veces, mis sugar daddies me dan dinero por iniciativa propia. Uno me ha creado una cuenta en la que ingresa dinero, mientras que otros me envían dinero por PayPal o me dan vales de Amazon.

Al principio de iniciar una relación con un sugar daddy, intento aclarar exactamente cuánto me gustaría cobrar. Para una cita larga de unas horas, pido 500 euros. Pero mis sugar daddies a menudo optan por darme más.

En este momento tengo 3 sugar daddies. Uno de ellos es más o menos lo que uno se imagina que es un sugar daddy. Es un informático autónomo de 50 años y complexión normal. Creo que me ve como una forma de conectar con su juventud, ya que me habla mucho de su pasado. Para él es muy importante que nos divirtamos juntos, y le gusta salir de fiesta conmigo.

Otro de mis sugar daddy tiene unos 40 años, es deportista profesional y bastante guapo. Podría haber salido con él en la vida real. Él, como muchos otros sugar daddies, simplemente busca una sustituta para una relación. No tiene tiempo para conocer a alguien, pero quiere intimidad.

Quiero hacer hincapié en que estas relaciones no son una farsa para mí. No finjo estar enamorada ni nada por el estilo.

Me gustan las personas con las que salgo, pero no las amo, y ellas lo saben.

Mis sugar daddies también me compran regalos. Creo que lo hacen para distraerse un poco del hecho de que no saldría con ellos sin el dinero.

Me imagino siendo una sugar baby durante un tiempo más, pero probablemente me resultaría difícil continuar si yo misma tuviera una relación estable.

También me he acostumbrado a un cierto nivel de vida. Me gusta comprar en tiendas ecológicas y, en general, presto poca atención a mi saldo bancario. Pero no me excedo con él, e invierto parte del dinero; tengo dos acciones, ETF y una pensión Riester.

Mi madre, mis amigos y mis compañeros saben que soy una sugar baby

No tengo ningún problema con lo que hago, pero me molestan las miradas que a veces recibo de la gente.

Me doy cuenta de que es obvio lo que pasa cuando estoy sentada en un restaurante elegante con un hombre de unos 50 años y llevo tacones altos y un minivestido negro. Veo que la gente me mira con desaprobación, y eso a veces me duele.

Creo que es una pena que exista ese estigma social, pero no dejaré que me detenga.

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